In memoriam a mi entrañable amigo Robert Vargas.
¿Cómo hablar de voto informado en un tiempo en el que la verdad no existe? Los electores informados son indispensables para la integridad de las elecciones. En sintonía con este criterio, la Enciclopedia ACE Electoral sostiene lo siguiente: “Estar bien informado significa que los electores tienen información adicional de quienes son los candidatos que contienden, así como comprender las obligaciones y responsabilidades civiles y tener suficiente conocimiento sobre la elección y los candidatos, como para hacer una elección informada”.
La meta no alcanzada de contar con un cuerpo electoral bien informado se ha puesto más distante que nunca en el tiempo de la posverdad.
El prestigioso Diccionario Oxford define la posverdad “como el fenómeno que se produce cuando los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales».
Para apreciar la gravedad de la difusión de noticias falsas en los procesos electorales de la posverdad basta con echarle un vistazo a las últimas elecciones de Brasil, que es el segundo mercado más grande del mundo para WhatsApp, solo detrás de India, la cual tiene la particularidad de ser el principal canal para la emisión de noticias falsas.
Como una muestra de la extraordinaria influencia de la red social WhatsApp en Brasil, tenemos que seis de cada diez ciudadanos de esa gran nación usan esa mensajería a diario, lo que explica que aproximadamente el 80 por ciento de los ciudadanos obtienen sus noticias principalmente a través de esa plataforma, de los cuales cuatro de cada diez brasileños reciben desinformación diariamente.
Por medio de los grupos de mensajería, se difunden noticias falsas, con mensajes amenazantes, como el siguiente: «Urgente, Lula está planeando el asesinato de Bolsonaro», son tan solo un reflejo del nocivo efecto de la desinformación en las campañas electorales.
El fenómeno de la posverdad se alimenta, principalmente, de grandes mentiras, tal y como aconsejaba Joseph Goebbels en su famosa frase: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”.
De su lado, Daniel Innerarity, en su obra, Una teoría de la democracia compleja, se expresa de la manera siguiente: “Lo primero que me llama la atención en toda esta épica de combate contra la posverdad y los hechos alternativos es el cambio de cultura que implica. En muy poco tiempo hemos pasado de celebrar la <inteligencia distribuida> de la red a temer la manipulación de unos pocos; de un mundo imaginado como el espacio tejido por voluntarios a otro poblado por haters; de celebrar las posibilidades de colaboración digital a la paranoia conspirativa; de la admiración por los hackers a la condena de los trolls; de la utopía de los usuarios creativos a la explicación de nuestros fracasos electorales por la intromisión de poderes extraños”.
Mientras tanto, los dos grandes exponentes de la posverdad de nuestro tiempo, los derechistas Donald Trump y Jair Bolsonaro, fracasaron en sus intentos reeleccionistas, quedando claramente establecido que los fenómenos electorales que nacen de la distorsión de la realidad son de corta duración.
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