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Derrota demócrata

Se les atribuye a los asesores de Biden el haber sugerido una enorme cantidad de ideas

 

Los partidos Demócratas y Republicano tienen muchos años alternándose en el poder en Estados Unidos y pese a que al segundo se le percibe como más conservador, en el plano internacional más o menos ambos han implementado políticas similares en término de guerra y búsqueda de ampliación de zonas de influencias. Los presidentes, indistintamente de partidarismo político, gobiernan con el mismo libro.

Fidel Castro, extinto presidente de Cuba, llegó a expresar que el único jefe de Estados Unidos que no había atentado contra su vida fue Jimmy Carter, un cristiano humanista y pacifista que gobernó a esa gran nación durante el período 1977-1981, aunque el líder de la Revolución Cubana admitió no tener pruebas de que Bill Clinton, 1993-2001, haya mandado a matarlo. (De Cuba siempre se ha dicho que tiene una de las mejores inteligencias del mundo).

El martes 5 de noviembre del presente año se celebran elecciones nacionales en Estados Unidos. Y es inminente que Joe Biden y Donald Trump encabecen las boletas de los partidos Demócrata y Republicano. Los dos buscan ser reelectos, aunque uno de forma consecutiva y otro de manera alterna.

De acuerdo a las encuestas el candidato republicano es puntero, lo que motivó al actual presidente a aceptar un debate público con la finalidad de revertir la intención de voto que al momento tienen los estadounidenses.

El cara a cara se produjo la noche del pasado 27 de junio y salió a relucir lo que ya el mundo conocía: debilidad física y mental de Joe Biden. Tuvo una voz apagada y dificultad para articular ideas, algunas de las cuales estuvieron inconclusas, lo que revela deterioro cognitivo.

(Se recuerda que el profesor Juan Bosch, que obtuvo un 13% en las elecciones nacionales de la República Dominicana, en 1994, se negó a aspirar para la contienda de 1996, consciente de un diagnóstico médico que afectaba su lucidez mental).

Se les atribuye a los asesores de Biden el haber sugerido una enorme cantidad de ideas, que su disco duro no estaba en capacidad de recibir. Ya lo dijo hace muchos años Johann M. Sailer: “Sobrecargar la memoria ocasiona los mismos graves daños que no ejercitarla”.

El hecho es que el desastre de debate de Biden ha provocado una percepción negativa de su candidatura en la opinión pública mundial y particularmente en la de Estados Unidos. Y la diferencia entre un candidato y otro ahora es mayor.

En este momento las perspectivas electorales de Joe son pobres. El problema de Biden no es que sea bueno ni malo, sino que se le observa como una persona con discapacidad mental –que suele ser progresiva–, máxime tratándose de conducir una potencia como Estados Unidos.

El New York Times, a través de un editorial, sugirió a Biden que desista de su aspiración, la misma actitud que sostienen muchos dirigentes del Partido Demócrata, con la diferencia de que nadie se ha atrevido a pedírselo de manera formal.

El presidente parece no contemplar esa idea y de la única forma de no ser candidato es si él renuncia, lo que expone a los estadounidenses a un dilema serio: elegir entre uno con discapacidad mental y otro con una condena detrás por 34 delitos graves, unos más que otros.

Mientras tanto Trump tiene a su favor el dictamen de la Corte Suprema de Estados Unidos que le concede inmunidad absoluta.

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