InicioOpiniónCristianismo y trabajo

Cristianismo y trabajo

El cristianismo reconoce en el trabajo una dimensión profundamente humana y espiritual

 

Antes de que se convirtiera en un reconocido predicador Jesús trabajó como carpintero en su pueblo de Nazaret. Fue una etapa poco conocida de su vida que, no obstante, dejó claro que fue un trabajador.

La palabra ‘trabajo’ aparece mencionada aproximadamente 90 veces en la biblia, incluida la del mandato sobre el trabajo y el descanso, consagrado en Levítico 23:3, que reza como sigue: “Seis días se trabajará, más el séptimo día será de reposo, santa convocación, ningún trabajo haréis; día de reposo es de Jehová en donde quiera que habitéis”.

Según la visión cristiana del trabajo, este no es un castigo, sino una digna participación del ser humano en la obra creadora de Dios, como se puede apreciar en el hecho de que desde el Génesis se muestra al hombre como colaborador de Dios en el cuidado de la creación, a saber: “Tomó, pues, el Señor Dios al hombre, y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo guardara” (Génesis 2:15).

El cristianismo reconoce en el trabajo una dimensión profundamente humana y espiritual. Esta doctrina considera que trabajar no es solo producir bienes o servicios, sino también crecer como personas, desarrollar talentos y servir a los demás.

La enseñanza de la Iglesia ha profundizado esta visión a lo largo de los siglos. En la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente desde la encíclica Rerum Novarum (1891) de León XIII, se subraya el derecho al trabajo digno, al salario justo y al descanso. El trabajo debe estar al servicio del ser humano, y no al revés. Es una actividad que debe promover la justicia, la equidad y la solidaridad. San Juan Pablo II, en su encíclica Laborem Exercens (1981), afirmó que el trabajo es “clave esencial de toda la cuestión social” y que, a través de él, el hombre se realiza y contribuye al bien común.

Asimismo, la visión cristiana sostiene que el trabajo no debe verse solo desde una perspectiva individualista o económica, sino comunitaria y ética. La competitividad sin valores, el trabajo explotador, la idolatría del éxito o del dinero son contrarias al espíritu cristiano. El trabajo, cuando está animado por el amor, se convierte en una expresión concreta del mandamiento de amar al prójimo.

Siguiendo ese orden, se destaca el hecho de que en el Evangelio de Marcos (6:3), los vecinos del pueblo llaman a Jesús “el carpintero”, lo cual nos permite ver claramente que su oficio era parte de su identidad. Más aún, no se dice que Jesús “fue” carpintero, sino que “es”, lo que demuestra que se dedicó por entero al trabajo manual.

Además de haber sido un trabajador, Jesús se refirió al trabajo con el más profundo respeto, como se puede apreciar en las parábolas, tanto en la de los talentos (Mateo 25:14-30) como en la del sembrador (Mateo 13:1-23), que utilizan ejemplos del mundo laboral para enseñar sobre la doctrina cristiana.

Reconoce el valor de quien trabaja con esmero, critica la pereza y alaba la fidelidad en lo poco. El trabajo, para Jesús, no constituye una carga, sino un medio para crecer, servir y transformar el mundo.

!Comparte esta información!

Noticias Relacionadas