Celia Cruz era mujer, negra y pobre, tres obstáculos para una intérprete de la Cuba de mediados del siglo XX que no la impidieron convertirse en la gran figura femenina de la salsa en el mundo, un camino forjado en su país natal pese a las «lagunas oficiales», como reivindica una biografía a punto de salir.
Para su autora, la filóloga especializada en música cubana Rosa Marquetti, los motivos de escribirlo estaban claros: «Había grandes vacíos en la manera en que ella habló de su relación con Cubay, a la vez, en la historia oficial. Por muchas razones que se desvelan en el libro, Celia evitaba hablar de esos años, pero son los más importantes, porque fue donde se hizo».
Titulada «Celia en Cuba: 1925-1962», sigue un desarrollo cronológico año por año para ver cómo crece su carrera y se amplía su presencia a otros países desde su juventud como estudiante de Magisterio, «una de las pocas carreras a las que un negro pobre podía estudiar en Cuba», destaca la autora, también cubana y afrodescendiente.
«Siento una empatía extraordinaria por ella como cantante y como mujer. Si te pones a mirar lo que logró, de dónde salió y dónde llegó, no puedes hacer otra cosa que admirarla», destaca, antes de verbalizar la otra gran razón para componer este relato: «Me molestaba que todos los que habían escrito sobre Celia Cruz eran hombres y no cubanos, así que esta mirada es diferente».
Porque para Marquetti, que destaca cómo el papel que tuvieron la madre de la artista y especialmente su tía, esta historia es también «la lucha de las familias negras afrodescendientes en Cuba desde la pobreza por que sus hijos validaran su talento y encontraran un camino de reconocimiento social».
La autora ha obviado anécdotas en favor de hechos y los ha encontrado en la «rica y variada prensa» que había antes de la revolución cubana, así como en testimonios de primera mano, es decir, gente que la conoció en esa época, como Irma Peñalver, que llegó a ser su modista, o Santiago Alfonso, prestigioso coreógrafo que ha defendido el cabaret en las artes escénicas en Cuba, el espacio en el que Cruz empezó a moldearse.
«Todos los que la conocieron coinciden en su carácter. Hablan de su sencillez, de su determinación y disciplina. Tenía muy claros sus objetivos», resume sobre este icono que falleció el 16 de julio de 2003.
Ha podido acudir además a dos archivos documentales esenciales, el Celia Cruz Legacy Project radicado en Miami, que le hizo llegar infinidad de documentos (pasaportes, correspondencia con mánagers, con el presidente del sello para el que grababa…), y la mayor colección de música afrolatina del mundo, que está en El Escorial (Madrid), la fonoteca de Gladys Palmera en Madrid.
Allí están prácticamente todos los discos que grabó Celia Cruz, incluso las rarezas más grandes, como las que junto a Merceditas Valdés prueban que fue la primera en grabar música yoruba en el mundo.
«No era aún ni famosa ni conocida, pero cuando lo escuchas se te ponen los pelos de punta», apunta, antes de ubicar el lugar de Celia Cruz en la música: «Fue el punto más alto de una trayectoria de mujeres afrocubanas que empezó a principios del siglo XX, con María Teresa Vera, Rita Montaner o Paulina Álvarez, su gran referente. Pero ella fue la que logró internacionalizar eso».
Para Marquetti es esencial que las tres generaciones que en Cuba no conocieron su historia lo hagan. «Oficialmente está censurada, aunque yo no he podido encontrar un documento que me lo pruebe pero eso se sabe», afirma Marquetti, quien actualmente reside en Madrid.
Lo achaca a su «posición contraria al Gobierno cubano». «Y fue de lo que más sufrió, porque ella nunca lo entendió: salió del pueblo y le cantó al pueblo; cuando se fue de allí, asumió que tenia que defender Cuba donde fuera», destaca la escritora.
Según afirma Marquetti, Celia Cruz salió de Cuba el 15 de julio de 1960 «sin saber que no volverá». «Lo que sucede desde entonces hasta 1962, cuando murió su mamá, me parecía importantísimo incluirlo en el libro», explica sobre las últimas páginas de su obra, una época de incertidumbre, de mucha correspondencia con la isla, hasta su primer gran triunfo en EE.UU. y, de allí, a la gloria internacional. Pero eso será otro libro. EFE