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Carta al pueblo dominicano con copia a Luis Abinader

Las organizaciones ‘de oposición’ hacen exactamente lo mismo que el partido que gobierna

De Felipe Ciprián/Listín Diario

Pueblo amado:

Cuando Rafael Augusto Sánchez escribió “Al cabo de los 100 años”, hace ahora 80 años, no podía imaginarse que las conclusiones de su pensamiento penetrante exponiendo las graves carencias del liderazgo dominicano, tendrían mayor validez en este tiempo.

Sus conclusiones fueron una especie de paredón para quienes creyeron que habían fundado una nación, cuando en realidad solo tenían una manada de come comidas dominando un territorio, muy lejos de alcanzar el grado de ciudadanos.

Felipe Ciprián
Luis Abinader

Lo que acabamos de presenciar en las recién pasadas elecciones es un retrato fiel de esa realidad. Tenemos un país de parejeros, sin líderes auténticos, audaces y valientes para conducir al pueblo.

Padecemos una sarta de políticos sin escrúpulos enquistados en los poderes públicos que no son capaces de resolver uno solo de los problemas nacionales, sino de agravarlos, pero unos verdaderos maestros para comprar voluntades a todos los niveles.

Si hay un problema grave en el país es el alto costo de la vida que manda a cientos de miles de familias a comer lo que encuentran para supervivir, a arrojarse al trabajo informal que aparezca, a carecer de seguridad social y servicios estatales eficaces.

Esa inmensa masa en penurias económicas, con muy baja o ninguna escolaridad, arrojada a jugar loterías, dependiente de los caudillos y caciques políticos para comprar un medicamento o un ataúd, es parte también de los ‘ciudadanos’ con derecho al voto.

Disfrutan de un derecho que no pueden emplear para sí mismos porque carecen de organización social y política para poner su inmensa fuerza en tensión, quedando al servicio de sus verdugos a los que tienen que vender su voto cada cuatro años para comer una semana y seguir pasando calamidad el resto del tiempo.

Políticos sin alma que solo buscan riqueza a su paso por el Estado, viven muy cómodos con esa masa de hambrientos con cédula que constituyen su garantía de continuidad en la Presidencia, el Congreso Nacional o los ayuntamientos, a cambio de un par de pesos como ‘ayuda’.

Mientras exista esa masa de votantes de alquiler, no hay forma de impedir la compra de votos y mucho menos de sacar del Congreso y los ayuntamientos a esa partida de inservibles para el pueblo, pero serviles a los gobernantes y a sus socios de negocios.

Son franquicias

Para mayor desgracia, los partidos han devenido en franquicias electorales que no forman políticamente a los ciudadanos, no los ayudan a organizarse para la defensa de sus intereses y los dejan solos para que se los trague el león.

Las organizaciones ‘de oposición’ hacen exactamente lo mismo que el partido que gobierna: acudir a la masa pobre para comprar su voto con promesas, no para movilizarla por empleo, servicios de calidad, respeto a la libertad, decencia en la administración pública, castigo a la corrupción, justicia social y mejor calidad de vida.

Esos partidos son un concierto para instrumentalizar e idiotizar a las grandes masas en las que solo creen para manejarlas ocasionalmente en su provecho, no en el interés colectivo.

Oposición y gobierno compiten por el poder sin tomar en cuenta las necesidades del pueblo, sino calculando cómo poner a gran parte de él a votar por sus franquicias. Un cuadro muy penoso y difícil de revertir.

Si alguien quiere ver el grado de involución de las ideas progresistas en República Dominicana, solo hay que observar que este es uno de los pocos países en el mundo que no ha realizado una sola marcha siquiera de 100 personas para repudiar el genocidio israelí en Palestina.

Abinader va a seguir endeudando al país, va a aumentar los impuestos, la inflación seguirá al galope, modificará la Constitución y para eso ya llamó a la oposición a llegar a un consenso. Quiere complicidad política para que los aplastados no se sumen a la rebelión popular que puede venir.

Los que acudan a hacer coro para martirizar al pueblo, quedarán en evidencia. Serían los nuevos presentados del siglo 21.

Señor Abinader:

Haciendo acopio de todo lo anteriormente descrito, Abinader y su partido han envilecido al pueblo. No son los iniciadores de esa iniquidad, pero la perfeccionaron y “lo mejor está por venir”. ¡Disfrútenlo!

Tras su espectacular triunfo, el país tiene una pirámide funesta: Una oligarquía insaciable que se disputa en bandas el patrimonio público, una burocracia estatal que se lo entrega a cambio de migajas, una masa hambrienta e inerte que por la compra de arroz y frijoles para tres días, les valida el poder por cuatro años, y una dirigencia partidaria opositora que solo compite en elecciones.

Es una especie de nueva esclavitud, pero legal y consentida, y más aun, aplaudida por una claque mediática sobornada, que se comporta igualito que los pordioseros de barrios y parajes, con la diferencia de que estos cobran sumas millonarias cada mes. ¡Son, sin exagerar, indigentes de alto costo!

Adelante, Jefe

Abinader, está usted en el reino perfecto para acumular más períodos de gobierno que Buenaventura Báez, Ulises Heureaux (Lilís), Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer, Leonel Fernández, Danilo Medina y usted mismo.

¡No se detenga! Comprenda que cerdo (el pueblo pobre) que lo amarran, lo llevan a patadas al matadero y no grita: ¡Cuchillo con él!

Está usted autorizado a seguir dando inflación, quiebra de la agropecuaria, endeudamiento indetenible, mal servicio de educación, salud, inseguridad ciudadana, pensiones a sus acólitos políticos por borbotón, persecución política a los contrarios y encubrimiento a los suyos. ¡Eso es lo que quiere el votante!

Su reelección sin límites no tiene quien la impida; ni dentro ni fuera de su partido. Y si la hubiera, ya usted conoce cómo anularla y le sobran los recursos para hacerlo.

Anda detrás de usted un grupo de sus empleados en el Estado que nada resuelven para el pueblo y cada día son más potentados.

De ellos los hay que tienen ínfulas de candidatos presidenciales. Sé que usted no les hará caso –y hace bien– porque quién más que usted sabe que ellos lo van a apoyar a coro para que modifique la Constitución y siga buscando reelecciones sin parar.

Mientras usted maneje el presupuesto nacional y ordene las asignaciones de fondos estatales, nadie más tiene poder político ni subyuga a la oligarquía, que como en el bazar árabe que la banca pierde, se ríe del resultado.

Sus empleados que hacen poses presidenciables no son más que segundones o tercerones que solo saben cumplir órdenes y ocultar sus incompetencias.

A ellos déjelos amasar chilatas en su confabulación con oligarcas que nadan con trajes impermeables para al salir, apoyar siempre al que va a ganar.

Nunca soplará el viento a favor de un barco que no sabe adónde va.

Ni verdugos ni esclavos se confundan conmigo. A los verdugos, que aprovechen su tiempo. ¡Atropellen mientras puedan! A los esclavos digo: soportar al bárbaro nunca puede ser eterno.

Cuando entiendan que ¡Basta ya!, las ratas huirán ante la tempestad de sus fuerzas en movimiento. Prometo estar ahí, sin vacilación ni rendirme, en ninguna circunstancia.

¡Adelante, rey, que los que van a morir le saludan!

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