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Los largos y duraderos tapones

Un estudio riguroso del Banco Mundial estableció que el 78% de las carreteras del país son muy peligrosas

 

Los GPS no resuelven, en lo más mínimo, el problema de los tapones que se producen en las principales ciudades del país.

Salir de los hogares, de la oficina, la escuela o la universidad, una hora antes para tratar de llegar atiempo, tampoco lo resuelve.

El país ha crecido exponencialmente. Donde antes había una residencia con cuatro o cinco personas, uno o dos vehículos, hoy hay una torre donde residen 40 o 50 personas, con dos o tres vehículos. No hay tuberías adecuadas, el agua potable es escasa, el consumo de energía eléctrica es muy elevado. A mitad del siglo pasado apenas éramos, poco más, poco menos, tres millones, hoy somos once millones, sin contar a los haitianos.

Los agentes de tránsito son insuficientes. Mal pagados y peor entrenados. Las leyes de tránsito nadie las respetaY lo peor, nadie las hace respetar. Los semáforos parecen estar de lujo, al igual que las señales de tránsito y los agentes policiales.

No hay autoridad, ni sanciones. No hay un régimen de consecuencias. Las autoridades, policías, guardias, funcionarios de todos los niveles son los primeros violadores de las leyes. Las motos suben y bajan por los túneles y  elevados. Los vehículos pesados (camiones, patanas, autobuses, etc. se adueñaron del Malecón. No hay quien pueda con ellos, los dueños de las vías)

Los tapones continuarán mientras el gobierno no haga grandes inversiones en el sector regulador, mientras no sea rígido en la aplicación de las normas. Me dicen que es un problema de educación. ¡Mentiras del diablo! Los dominicanos desde que llegan a Estados Unidos o Europa se educan, porque saben las consecuencias.

Los problemas del tránsito terrestre de la República Dominicana no tendrán solución mientras el gobierno no los asuma con responsabilidad poniendo de manifiesto una voluntad política inquebrantable.

Alrededor de ocho ciudadanos mueren todos los días en accidentes de tránsito, mientras más de cien resultan lesionadas, de gravedad muchas veces, con un costo enorme en salud. Resulta inverosímil que la República Dominicana ocupe el primer lugar en accidentes de tránsito en todo el mundo. No es para menos, con más de cuatro millones de motocicletas rodando por las calles y carreteras burlándose de las leyes que supuestamente regulan el tránsito, y de las autoridades que también se supone, tienen la responsabilidad de hacerlas cumplirlas.

Es increíble que la República Dominicana ocupe el tercer lugar en vehículos por persona en toda América Latina, a pesar de sólo tener poco más de 48 mil kilómetros cuadrados y cerca de once millones de habitantes. Seis millones de vehículos de motor es “mucho con demasiado”. La cifra es desproporcionada. El negocio es grande y muy lucrativo, tanto para el gobierno, a través de Impuestos Internos, como de los concesionarios. Las “ferias” de los “dealers” que patrocinan los bancos con tasas preferenciales. En este país resulta más fácil obtener un préstamo para un vehículo que para una vivienda.

Un estudio riguroso del Banco Mundial estableció que el 78% de las carreteras del país son muy peligrosas. Las autoridades lo saben, pero no hacen nada para impedir los accidentes. Patanas, camiones, autobuses y vehículos livianos no son detenidos y penalizados por violar la ley que los regula. (La muerte espantosa acecha en cada carretera de este país)

En el país no cabe un vehículo más, pero siguen llegando nuevos, con la agravante de que los viejos (las chatarras) se mantienen rodando por las calles.

El problema, ingeniero Morrison, no se resuelve saliendo una o dos horas para intentar llegar a tiempo al destino, ni colocarles un GPS a los vehículos; el problema es mucho más difícil y complejo. Se requiere de una política de Estado, que el presidente de la República “tome el toro por los cuernos” aplicando medidas rigurosas en contra de los sindicatos, los importadores y conductores, incluyendo a “los padres de familia”, que no pagan las consecuencias de las violaciones a las leyes.

Las ciudades (Santo Domingo, La Provincia de Santo Domingo, Santiago, Higüey, San Francisco, San Juan, La Vega, entre otras) no han sido fruto de una planificación adecuada, de un diseño futurista. El crecimiento y desarrollo de las ciudades se les ha dejado a los desarrolladores particulares, con vías estrechas, sin parqueos, ni rampas para los discapacitados, etc. El desorden y el caos priman en el país, no sólo en el tránsito, sino en todas las demás áreas del desarrollo.

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