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Rectificar es de humanos

Los problemas comunicacionales del gobierno no se resuelven gastando ocho o diez mil millones de pesos al año

 

Dice una expresión muy popular que “rectificar es de humanos”.  Eso hizo el presidente Luís Abinader cuando decidió retirar el proyecto de reforma fiscal que había sometido al Congreso para su discusión y aprobación con el propósito de recaudar más de 120 mil millones de pesos para reducir el déficit fiscal.

Pero no sólo el presidente debió con humildad hablarle al país para explicar por qué tomó la decisión que fue bien recibida por la mayoría de los ciudadanos, que, en un alto porcentaje, de acuerdo con una encuesta realizada para medir los niveles de aceptación, en más de un 60 por ciento la rechazaba, también deben hacerlo los congresistas de ambas cámaras, funcionarios, dirigentes políticos, tanto del gobierno como de la oposición, porque todos, de un modo u otro, no estuvieron a la altura de las
circunstancias.

No corrió la misma suerte la reforma constitucional que finalmente fue aprobada por el Congreso y promulgada por el Ejecutivo. La Constitución de Luís Abinader es ya una realidad, aunque en lo personal pienso que debió ir más lejos. Aspiraba a una reforma que abarcara no sólo el tema de la reelección presidencial, que ya estaba definida, lo relativo a la independencia del Ministerio Público, la conformación del Consejo Nacional de la Magistratura, la escogencia del Procurador General de la República, la unificación de las elecciones y la reducción mínima de la matrícula de la cámara de diputados, entre otros temas.

Aspiraba a que se trataran otros aspectos, por ejemplo, el porcentaje necesario para ganar las elecciones, eliminando el 50 más uno que fue una trampa para impedir el acceso al poder del doctor José Francisco Peña Gómez, entre otros.

Es decir, creo que era el momento ideal para una reforma integral, visionaria, protegiendo derechos y deberes ciudadanos, y afianzando el Estado democrático de derechos, etc. Una Constitución que no fuera tocada en muchos años. Pero no se hizo a pesar de la amplia mayoría congresual del presidente Abinader y del Partido Revolucionario Moderno.

De todos modos, la propuesta de reforma constitución se conoció y se aprobó. ¡Bien! Ahora debemos seguir insistiendo en la reforma fiscal que, de un modo u otro, habrá que hacer, según los expertos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y los más desapasionados economistas del país, incluyendo los del Banco Central.

Obviamente el proyecto de reforma fiscal no fue bien acogido. El primero en advertirlo fue el presidente Abinader, por eso lo retiro. Y porque se dio cuenta, a tiempo, que había planes subversivos para crear una crisis social con movilizaciones, cacerolazos, huelgas violentas, etc., que ya organizaban dirigentes políticos de la oposición, comerciantes y empresarios evasores de impuestos.

En apenas cinco minutos el presidente Abinader desmontó los planes sediciosos de grupos opositores.

Querían una poblada como la del 84 que dejó un saldo lamentable de heridos, muertos y desaparecidos.

Debemos admitirlo: el proyecto no fue bien presentado, porque no fue bien pensado, ni bien defendido por los funcionarios del gobierno, los dirigentes del partido, que, en su mayoría se metieron la lengua donde no le daba el sol. He dicho muchas veces, y lo sigo diciendo, que la comunicación es una tarea pendiente del PRM y del gobierno.

Comunicamos mal lo que hacemos bien. Guardan silencio cuando deben hablar, hacen ruidos cuando lo mejor es el silencio.

Los problemas comunicacionales del gobierno no se resuelven gastando ocho o diez mil millones de pesos al año en propaganda, publicidad, periodistas y comunicadores atrincherados en plataformas digitales. Eso es botar el dinero, echarlo en un zafacón. Es necesario cambiar el modelo, la forma de comunicación, lo cual requiere de un diseño, de una política de comunicación para defender al presidente y sus propuestas. (Un área profesional degradada y descontrolada es justamente la comunicación, donde se han anidado “periodistas”, “comunicadores”, “influencer”, en “plataformas digitales” concebidas para la extorsión y el chantaje, sin respeto a los demás, principalmente funcionarios, empresarios y dirigentes políticos, sin ninguna consecuencia.

Creo, finalmente, que ha llegado el momento de producir algunos cambios en el gabinete, comenzando con algunos tecnócratas y burócratas, incluir dirigentes políticos que les duela el presidente y el partido, que puedan salir a defender, con uñas y dientes, las propuestas emanadas del Ejecutivo. Dejar la petulancia y la arrogancia que exhiben muchos, ignorando a la gente, no atendiendo a sus necesidades. Envalentonados y borrachos de poder, con aspiraciones presidenciales a destiempo, absurdas y ridículas, utilizando recursos del Estado.

En una reunión del Consejo de Ministros, el presidente Abinader debe dar algunos golpes sobre la mesa, decir dos o tres palabras descompuestas y tumbar del árbol del Estado algunas podridas o descompuestas. Es hora de producir algunos cambios en el gobierno y en la dirección del PRM. El PRM, lo vuelvo a decir, no está jugando el papel de partido oficial, obligado a defender al gobierno y al presidente. Está ausente de los debates de los principales problemas del país, como lo hizo el PLD durante los años en que se mantuvo en el poder. El Comité Político del PLD era una especie de “Soviet Supremo”.

El PRM parece dividido. Y, como dijera Peña Gómez, “sin unidad no hay fuerza, y, sin fuerza, no hay victoria”. Al PRM le falta un espíritu de cuerpo para poder mantenerse en el poder, pues de lo contrario, “e pa fuera que van”.

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